Leer un libro en voz alta
a los niños es, por encima de todo, una demostración de afecto.
Es un modo dichoso de relacionarse con ellos, de estar junto a
ellos.
Es un regalo en forma de tiempo, dedicación, escucha, conversación.
Las palabras de los libros hacen hablar a quienes los
leen y los
escuchan.
Leer a los niños en voz alta implica estar dispuestos a escuchar
y acoger sus fantasías, sus confidencias, sus recuerdos, sus pensamientos, sus
emociones.
Escuchar historias leídas por otros prepara a los niños para
leer luego por sí mismos. No se trata de enseñarles a leer precozmente, sino de
interesarlos en el lenguaje y los libros,
de estimular su curiosidad y su conocimiento.
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